Ocho años sin Antonio Puerta, ocho años de un corazón hambriento…

Pasan los años, pero tu recuerdo querido Antonio, sigue vivo, muy vivo, con mucha fuerza por todos los que tuvimos la suerte de conocerte y por tu mejor herencia: Aitor y una gran señora, Mar.
Año tras año me he dirigido a ti desde aquel maldito 28 de agosto de 2007 en el que nos diste tu último adiós para dejar de ser ese futbolista grande que habías demostrado, ese padre ilusionado con la llegada del mejor regalo que da la vida, un hijo, Aitor, y lo más importante de todo: una buena persona. Hoy permíteme querido Antonio que cambie el guión. Sí, vuelvo a escribirte como años anteriores a ti, pero también a los que han sido tus mejores embajadores desde tu marcha: Mar, tu mujer, y tu hijo Aitor.
Imagino que desde ese palco reservado en el Cielo para los más grandes vives el día a día de ellos y que tu hijo Aitor te arranca esa sonrisa cómplice que siempre dibujabas en tus labios sin necesidad de articular palabra, para con esa mirada noble transmitir lo que llevabas dentro; de la misma forma que en su día hiciste con Mar, tu mujer de por vida, porque el amor verdadero es tan grande que no necesita de papeles ni leyes para hacerlo eterno…
Desde tu marcha, por aquí todo sigue igual: envidias, rencor, odio… los grandes males de esta sociedad que ya sabes, parece dolerle en demasía que la gente haga su vida, que vivan, que crezcan de forma independiente lo que otros no pueden hacer por sí solos, por estar más pendiente de la vida de los demás que de las suyas propias.
Y Mar es un buen ejemplo, quizás el mejor, de una mujer admirable, de una gran señora. Tuviste buen ojo amigo, porque digan lo que digan, nosotros sabemos como fueron las cosas, Pusiste tu ojo en ella como ponías esa zurda de diamantes en el balón, tenías claro que era la mujer de tu vida, y como tal, te hizo el mejor regalo que se le puede hacer a un hombre: un hijo.
Los años han pasado, tu recuerdo sigue vivo, los sevillistas siguen adorando a aquel joven por el que suspiraban Real Madrid, Arsenal, Manchester… y que pese a su temprana edad probó las mieles de la selección española absoluta luciendo ese número 15 que luego heredaría como homenaje tu ‘hermano’ Sergio Ramos.
El dorsal 16 debe ser el próximo que tu Sevilla FC debería proponer como dorsal de leyenda, en esa genial iniciativa del club al que sin darte cuenta, hiciste aún más grande, con se gol ante el Schalke 04 con el que cambiaste la historia de la entidad de Nervión un jueves de Feria, como no podía ser de otra forma como buen sevillano que eras…
Atrás quedan los recuerdos, esos que os mantienen vivos a los elegidos, los que como tú y mi madre os habéis tenido que marchar antes de tiempo porque estaban faltos de buenas personas ahí arriba, donde el Celeste se convierte en Paraíso, y el blanco de las nubes en la nobleza de vuestros corazones.
Decía el filósofo Kierkegaard que «la vida sólo se puede comprender mirando hacia atrás, pero sólo se puede vivir mirando adelante». ¡Qué gran verdad! Eso es lo que ha hecho tu mujer, esa mujer que llenó de vida a un joven, y que se llenó de vida con tu presencia y lo especial que siempre la hiciste sentir, tanto que tu recuerdo le hizo salvar el partido más duro de su vida con esa casta y coraje que reza en el himno del Sevilla FC.
Casta, coraje y mucho amor, el que tú le dejaste con tu mejor herencia, tu hijo Aitor, que para muchos siempre será Aitor Puerta. Un niño feliz, sí, sin un padre que le enseñe el camino que muchas veces debemos mostrar a nuestros hijos, pero con una madre que ha sido, es y será todo: padre, madre, hermana, amiga…
Se que no consuela ni sustituye ese abrazo físico y ese beso que siempre deseabas dar a tu pequeño un ave que naciera, pero sí reconforta esos besos diarios que le muestras y que Mar, y sus hermanas Mar y Claudia le dan cada día. Besos que llevan mucho de ti, y de ese corazón hambriento, el de Mar, que ha sabido honrar tu memoria como la gran señora que es. Por muchos dimes y diretes, esos que siempre se alimentan en esta maldita sociedad donde parece que los malos siempre juegan con ventaja.
Tu recuerdo sigue vivo amigo, tus charlas tras los entrenamientos, aquella tarde mágica donde hicimos un gran reportaje para don balón gracias a la gestión de tu amigo inseparable Jaime Rodríguez de Moya, y en la que tantas confidencias y sensaciones compartimos. Hoy como te decía amigo Antonio, esta carta va para ti, como cada año, pero también para Mar, para Aitor, los que mejor y más honran tu nombre.
Por encima de premios, galardones, trofeos y premios, como buen reclamo de campañas de marketing. El mejor homenaje te lo hacen ellos, tu gente, esa Señora, sí, Señora con mayúsculas, que tanto calla, que tanto sufrió, que tanto sufre, y al que un pequeño de rubia melena la hace sonreír como lo hacías tú con tus tonterías.
Aitor no tiene la presencia física de su padre, pero tú estas en cada día a día de él, tú estas en cada despertar de Aitor, en cada anochecer. Tú formas parte de cada segundo de Aitor, de cada sonrisa, de cada broma, de cada golpeo con su zurda, el tiempo dirá si de diamantes como la de su padre… Tú formas parte de todo lo que toca Aitor. Y cada caricia, cada beso a su madre, lleva un ‘pedacito’ de ti, de ese amor que has dejado dentro suya para Mar. Aunque ella no lo sepa.
Decía Gabriel García Márquez que cuando tu hijo atrapa con su diminuta mano tu dedo, te atrapa de por vida. Gran verdad, como lo es que tú, con tu sencillez y humildad, nos tragaste con tu presencia de por vida. Gracias Antonio. Hasta siempre amigo…
Twitter: JOSÉ MIGUEL MUÑOZ @tara11ara
Sin comentarios