El Pueblo

Carta a mi amigo Lolo

Querido Lolo:

Anoche al llegar de viaje de Madrid me enteré de tu adiós, de esa partida hacia ese Cielo que podía esperar pero donde te reclamaban para que les contaras cómo es Salteras, este pueblo que llora tu ausencia pero que vive con tu recuerdo. Ese  recuerdo imborrable que nos dejas a todos los que hemos tenido la fortuna de conocerte y a los que te seguirán conociendo cuando les contemos esas anécdotas tuyas que tanto nos hacían sonreír.

Afable, educado y bromista como pocos. Te encantaba conquistar, con esa gracia tan tuya que hacía que todos quedáramos prendados con esas ‘batallas’ de tu juventud y cómo se te llenaba la boca de orgullo cada vez que hablabas de tus hijos, de sus estudios y de lo buenos que son. Nos unió otro grande, Manuel Jesús ‘El Cid’ quizás por eso cada vez que nos veíamos comenzábamos con un «Maestro»…

Y con ese «Maestro» comenzaba tu última llamada telefónica de hace apenas dos semanas cuando me preguntabas ¿cuándo podemos vernos? Te repliqué ¿necesitas algo Lolo? Y me dijiste: Si, quiero que me escribas una carta a mis hijos, que tú escribes muy bien y sabrás expresar mejor lo que quiero decir. Quedamos en que me llamabas para vernos a mi regreso a Salteras. Pero la llamada no llegó…

Te vas dejando un hueco enorme, y en plena Feria de Salteras porque tú cuando hacías algo siempre era «a lo grande», como tantas veces me decías en nuestras interminables charlas en La Montera, en lo de Paco o en plena calle, esas calles de Salteras que hoy lloran tu ausencia.

Aunque no llegamos a vernos como habíamos quedado, me queda el recuerdo de esas charlas entrañables, de tantas y tantas risas, de nuestras bromas, de como me preguntabas por mi padre cada vez que hablábamos, del cariño y respeto con el que siempre nos tratamos y con ese recuerdo que desde ya te hace eterno.

La vida no entiende de buenas o malas personas en el momento del adiós, y aunque el Cielo podía esperar tenías la misión de marcharte para cuidar de tu hijo, ese hijo que se fue antes que tú y que tan marcado te dejó; desde su marcha nunca fuiste el mismo. Te vas, querido amigo, pero nos dejas tu mejor legado: tu esposa, hijos/-as, nietos… y esa sonrisa que esbozaremos cada vez que hablemos de un grande como tú.

Te quiero Lolo, tu amigo

 

José Miguel Muñoz

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